viernes, 30 de mayo de 2025

CHARLA TECNICA EN EL EQUIPO DE CARAPAZ--


Etapa 19  (Previa). Charla, que pudo haber pasado, no lo podemos asegurar, no hay certeza; pero ahí está para leerla!!!


Muchachos, hoy salimos de Biella. Ciudad de lana, sí, pero también de pecados tejidos con aguja fina. 

A los turistas les venden historia y devoción, pero no saben que esta tierra tiene el hábito de tragar hombres. 

Al pie de esas colinas hay una basílica donde la Madonna Nera —esa señora que lo ha visto todo y no cuenta nada— nos observa desde hace siglos. Hoy nos mira a nosotros. No va a intervenir. Las vírgenes no bajan a ayudar a ciclistas

Hace siglos, la gente subía descalza esa cuesta, con cilicios en las piernas y miedo en el alma. Ustedes van con potenciómetros y neumáticos tubeless, pero créanme: el dolor es el mismo. Cambiaron los artefactos, no la penitencia. En el fondo, seguimos pagando por querer estar un poco más arriba que el otro.

Hoy tenemos cinco puertos. No son cinco subidas, son cinco oportunidades de perder el Giro. La primera, Croce Serra, es como esos tipos que entran al bar y parecen simpáticos hasta que te das vuelta. Once kilómetros que no dicen nada, pero desgastan como un mal matrimonio. Ahí no se gana nada, pero se empieza a perder la moral.

Después viene el Col Tzecore. Dieciséis kilómetros al 7,7%. Una trampa con forma de montaña. Los últimos tres kilómetros tienen rampas del quince por ciento. Ahí se empieza a escribir la historia, con buena o mala letra. Si vas justo, se nota. Si vas fuerte, no lo digas. Carapaz, vos conocés ese lenguaje: el del tipo que no pregunta si duele porque sabe que duele. Vos no atacás, vos interrogás al rival hasta que canta. Hoy, si podés, hacelo cantar.

El Saint-Pantaléon es otra cosa. Nombre de mártir. Gente decapitada. Aire enrarecido. Y sí, también el dilema de siempre: atacar o rezar. Si están pensando en rezar, ya están muertos. No se reza con pulsómetro.

Y entonces aparece el Col de Joux. Ahí la carretera ya no perdona errores. Esa subida está hecha para ver si todavía hay hombres en el pelotón o solo simulacros. Si Del Toro llega hasta ahí con vida, no se lo espera. Se lo sigue, se lo estudia, y si flaquea, se lo hunde. Hoy no gana el que más sueña. Gana el que más aguanta con el cuchillo entre los dientes.

Después está Antagnod. Parece amable, pero es tan traicionero como un político en año electoral. La subida no preocupa. El problema es el descenso. Técnicamente jodido. Mojado si tenemos mala suerte. Si alguno quiere regalar el Giro, basta con dudar medio segundo en una curva. Ya vi carreras perderse por menos. El descenso es como la verdad: cuando se muestra, es demasiado tarde.

Y finalmente, Champoluc. Tejados de pizarra, humo de chimeneas, gente que te mira como si no le importaras. Ochenta metros de pavé para coronar cuatro mil de desnivel. Como si te obligaran a sonreír después del funeral de tu mejor amigo. Ahí se define todo. Si llegamos vivos, hay que llegar duros. Si Del Toro está delante, hay que hacerle sentir que el rosa pesa más en las piernas que en la espalda.

Y mientras pedalean, no se olviden de mirar alrededor. Los Alpes no hablan, pero anotan. Cada gesto, cada desfallecimiento, cada cobardía. Y si cruzan la meta, con los pulmones convertidos en piedra pómez y la mirada vuelta al revés, recuerden lo que decía el viejo Erasmo: In montibus libertas. La libertad está en la montaña. Pero hoy, la gloria está en saber sufrir sinn dejar de pensar

Nos vemos allá arriba. O no.

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