Por. Jimmy Lamprea
Desde al año 1970, en plena niñez siempre escuchaba hablar del gran Pelé, de sus filigranas, sus hazañas, sus goles y para muchos considerado el "Rey del fútbol". Adentrado ya en la adolescencia con el paso de los tiempos abstractos a los concretos, discriminé mejor para entender lo que años atrás no entendía.
¿Por qué el mejor del mundo? Surge la interrogante, él lo hace todo en la cancha, para aquellos tiempos el negro de tres corazones, para el hoy, Messi, Cristiano, Lewandosky, Neymar, Mbappe y así nos vamos de época en época.
Los que han escrito la historia del fútbol siempre han generalizado, inclusive se atreven a decir frases como: El mejor de la historia, del siglo, no había otro como él. El fútbol como acción deportiva que evoluciona constante, no se puede evaluar en contextos infinitos, pues sus lapsos están encadenados a cambios naturales y de la superación humana en todos los aspectos.
Nunca podemos, aunque suele hacerse, comparar un jugador de hoy con los de ayer, con espacios de 30 años o más entre uno y otro, y llevar estilizadamente la vida de un jugador y sus virtudes a un marco referencial de un siglo, cuando los paralelos de comparación no tienen parámetros.
La historia y el entorno del fútbol se ha equivocado. Lo saludable, generoso y justo para este gran deporte y su historia, es ubicar a los mejores por posiciones del campo y por lapsos de una o dos décadas con medición genuina y abierta, sin borrar de un plumazo tantos nombres en cada generación que han ayudado a construir la historia del fútbol.
Hoy en día, tuviéramos listas transparentes e idóneas, por cada posición y en cada época útil de aquel o tal futbolista. Es ilógico, hablar de un deporte colectivo del mejor, porque se contradice la práctica de la elección, lo correcto es hablar del mejor en cada posición y en cada tiempo.
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