martes, 2 de febrero de 2021

TERROR. El niño con la camiseta de plástico viral de Leo Messi


Una foto le hizo famoso... pero convirtió su vida en una pesadilla

Murtaza Ahmadi saltó a la fama en enero de 2016. Con cinco años, este pequeño afgano se hizo viral después de que su hermano subiera a Facebook una foto suya con una camiseta de plástico con el nombre de Messi. La historia estuvo en todos los medios, llegó a oídos de los organismos internacionales y, también del 10 del Barcelona y de la selección argentina. Hubo encuentro, hubo fotos, abrazos, alegría... y olvido, como se puede ver en un reportaje publicado por Bleacher Report.

Murtaza y su familia narran en este vídeo la pesadilla que ha supuesto para todos ellos la historia de la camiseta de plástico. Amenazas, un intento de huida, miedo al secuestro y finalmente el exilio del pequeño en Kabul, la capital del país, alejado de los suyos y escondido del resto de la población.

"Mi hermano me dijo que tenía que hablar conmigo y me llevó a casa, escribió Messi, me dio la camiseta de plástico y dijo 'Murtaza Messi'. Estaba contento, era como un futbolista", recuerda el niño. "Le hice una foto y la subí a Facebook", cuenta Hamayoun, su hermano mayor. Y así empezó todo. La foto se empezó a replicar en cientos, miles de cuentas. Y mientras en el planeta entero Murtaza era admirado, en su pueblo se reían de él. "Todo el mundo se metía conmigo, me decían que vestía con plástico", rememora. A Arif, su padre, le hizo menos gracia: "La gente empezó a pensar que en qué circunstancias económicas estábamos, que ni siquiera podía comprarle una camiseta a mi hijo".

Hamayoun, cuya foto llegó a todos los rincones del mundo, recuerda cómo Messi llegó a sus vidas: "Oí el rumor de que quería conocerle". Y pronto llegaron dos cajas de gente cercana a Messi a su casa. "Cuando vi las cajas por primera vez pensé que una tendría juguetes para Murtaza y la otra dólares", dice su padre. Pero no: "Un balón y una camiseta".

Daba igual, el rumor se había entendido. Messi le había mandado una gran cantidad de dinero a la familia Ahmadi. "Nuestra cultura se basa en la caridad, si un extranjero está en contacto con él, entonces debe haberlo ayudado", dice su tío. "La gente que pasaba por el pueblo preguntaba que cómo vivía, que si Messi nos había mandado mucho dinero. Y empezó a haber gente merodeando la casa por la noche. Fue muy molesto", lamenta Arif.

La familia pidió asilo e incluyó en su petición una carta de los talibanes amenazando con capturar a la familia, para que se lamentasen de sus acciones con Messi. La petición de asilo nunca fue atendida ni aceptada y los Ahmadi tuvieron que volver a Jaghori.

Cuando las cosas pintaban peor, Murtaza recibió un billete a un mundo mejor, a una oportunidad y a un sueño. Podría viajar a Doha y conocer a Leo Messi. Las imágenes las vimos todos. De la mano de Leo, el pequeño saltó al campo en un partido amistoso, se agarró a sus piernas, se abrazó todo lo fuerte que pudo al 10 y tuvo que ser el árbitro el que se lo llevase en brazos para que el partido pudiese comenzar.

"Le dije que me quería quedar con él, que quería jugar con él. Él me decía que me fuera con mi padre, pero no entendía su lengua", recuerda el pequeño. "Yo estaba muy contento", dice su padre, "porque ahora que estaba en Qatar, con su ídolo, con este gran futbolista, dándole el balón".

"Pensamos que al ir a Doha quizás Messi sería como Ronaldo", explica Arif, que había oído la historia de Zaid Abdul, un niño refugiado sirio que saltó de la mano de Cristiano al Bernabéu y cuya familia recibió asilo en España, además de otros rumores sobre gigantescas donaciones del portugués. "Fuimos a Doha para que Messi pudiera hacer algo por él. Pero no hizo nada por Murtaza".

A su vuelta a casa, con las manos vacías, la realidad fue como una película de terror. Todo el mundo creía que tenía una gran cantidad de dinero gracias a Messi, que su familia escondía la donación de Leo. Pero no sólo eso no era cierto, Murtaza además debía enfrentarse a muchas amenazas. "La gente me decía que tenía mucho dinero de Messi". Y empezaron las amenazas de secuestro. La gente le paraba camino del colegio y le preguntaba si era el Pequeño Messi. "Le dije que no, que era su hermano", dice el pequeño en el documental de Bleacher Report.

Dejó de ir al colegio, dejó de salir a la calle, dejó de jugar. Su familia le mandó con su tío a Kabul, a 300 kilómetros de casa. Allí jugaba con sus primeros dentro de casa o en el tejado. Pero al miedo a salir a la calle por temor a los secuestros se unió una escalada de atentados en la capital afgana. "Había muchas explosiones por todas partes. Boom", dice. "No tengo un sitio para jugar. No tengo amigos". ¿Hubiera deseado no ponerse esa camiseta?. "Me la pondría, porque adoro a Messi", acaba Murtaza, que por fin pudo regresar a casa hace unos meses. /// marca.com

 

 

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